Nutrición en la prevención del cáncer. Primera parte.

Introducción.

Brennan y colaboradores (1) en el año 2010 realizaron una revisión sistemática y un metaanálisis de la relación entre los diferentes patrones dietéticos seguidos por los sujetos incluidos en los estudios y el riesgo futuro de cáncer. En resumen, encontraron que algunos patrones asociaban disminución del riesgo de algunos canceres, mientras que otros asociaban un riesgo nulo, e incluso mayor. En 2017, Grosso y colaboradores (2) en una revisión sistemática, informaron que además de la influencia de ciertos patrones dietéticos, la ingesta en la dieta de algunos componentes muy específicos, particularmente los micronutrientes (vitaminas y minerales), también pueden ofrecer protección, o no, contra algunos tipos de canceres. Por consiguiente, el conocimiento de los patrones dietéticos y de los componentes de la dieta nos parece de gran importancia sanitaria, pues pueden ayudar a la prevención de cáncer. Primero estudiaremos los patrones dietéticos y después los componentes de la dieta.

1.- Patrones dietéticos e incidencia de cáncer.

Tres de los múltiples patrones dietéticos existentes han sido relacionados con el riesgo de desarrollar cáncer. Dos de estos patrones, el de estilo mediterráneo y el vegetariano (o su similar el vegano) pueden disminuir el riesgo de cáncer, aunque los datos no son concluyentes, mientras que él tercero, la dieta de tipo occidental, probablemente, aumenta la incidencia de algunos cánceres. Los hallazgos de los ensayos clínicos disponibles se especifican seguidamente.

1.1. Dieta mediterránea.

La dieta mediterránea más que una dieta rígida es un patrón dietético consistente en el cumplimiento de unas recomendaciones generales, como son: 1) ingesta alta de fruta, vegetales, nueces, legumbres, grano completo, pollo y pescado; 2) toma de cantidad controlada de aceite de oliva virgen; 3) pobre en derivados lácteos enteros y carne roja y 4) ingesta controlada de alcohol y frutos secos (15 gramos día). En un gran estudio, Benetou y colaboradores (3) siguieron pacientes que fueron incluidos en dieta mediterránea y encontraron que disminuía la incidencia futura de algunos canceres. Además, en el estudio relacionaron el nivel de cumplimiento de la dieta con la disminución del riesgo. Observaron que aquellos pacientes que cumplieron mejor dicha dieta (tenían dos puntos más en una escala del 0 a 10 puntos) asociaron un riesgo de desarrollar cáncer del 4 al 12 % menor que los que tenían peor cumplimiento.  Concluyeron que el beneficio de la dieta dependía del mejor cumplimiento. Después, el estudio EPIC (4) confirmo los resultados al demostrar que los sujetos sometidos a una dieta mediterránea tenían una incidencia de cáncer significativamente menor que los pacientes que tomaban su dieta habitual. Estos estudios dejaron claro el beneficio de la dieta mediterránea para prevenir el cáncer.

1.2. Dieta vegetariana o vegana.

la dieta vegetariana se caracteriza por la toma preferente de frutas y vegetales (de coloración verde obscura, roja o naranja). La dieta vegana además permite la toma de legumbres ricas en fibra y grano completo. Ambas dietas proscriben los huevos, la carne y el pescado. Aunque los datos son escasos, en un ensayo que estudió la relación de la dieta vegetariana y la mortalidad por cáncer y por todas las causas, los autores encontraron que los sujetos sometidos a dieta de tipo vegetariano (5) típica tuvieron una mortalidad 17% menor que los sujetos que realizaban dieta no vegetariana. Pero existen otros muchos que detallaremos después con resultados discordantes.

1.3. Dieta de tipo occidental.

Una dieta típica occidental se caracteriza principalmente por la toma de cantidades altas de carnes rojas y alimentos procesados por la industria, que incluyen: panes empaquetados, alimentos empaquetados, sodas, alimentos con nitritos para conservación prolongada, sopas instantáneas, alimentos congelados y otros similares. Fiolet y colaboradores, en un estudio de cohortes, (6) encontraron que los sujetos sometidos a una dieta típica occidental (con las caracterizadas señaladas) asociaron un incremento del 10% en el riesgo de todos los canceres y en especial del cáncer de mama.

Conclusión: Recomendamos realizar siempre un patrón de dieta saludable de estilo mediterránea, vegana o vegetariana y huir de las dietas de características occidentales.

2.- Componentes dietéticos macronutrientes y cáncer.

2.1. Consumo de frutas y vegetales.

Las frutas y los vegetales (7,8) han sido estudiados en relación con el riesgo futuro de cáncer, pero la mayoría no han demostrado relación consistente con dicho riesgo (7,8). Algunos estudios señalaron que la evidencia soportando que la toma de frutas y vegetales disminuye el cáncer es inconsistente (9- 14). Sin embargo, otros encontraron cierto beneficio (9- 15), incluidos dos estudios con suplemento de tomate y licopeno (16,17). Los fundamentales hallazgos de estos últimos fueron: 1) El estudio “European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition” (EPIC) siguió, durante nueve años, un grupo de individuos incluidos en dieta de fruta y verdura y encontró una relación leve entre dicho consumo y cáncer, comparados con los de dieta normal (13). 2) Un análisis de 14 estudios de cohorte (que incluían 750.000 participantes) (14), concluyo que la toma de más de 800 gr/día de frutas y vegetales comparado con toma de menos de 200 gr/día disminuye el riesgo de cáncer de colon distal (RR 0,74), pero no el proximal. Un metanálisis subsiguiente encontró beneficio débil del consumo superior a 100 gr/día, al consumo menor. 3) En un análisis del “Pooling Project of Prospective Studies of Diet and Cancer”, la toma total de frutas y vegetales tuvo relación inversa con el cáncer de mama negativo para receptores de estrógenos. El riesgo entre el mayor y el menor cuartil de toma fue un 18% menor en el primero (15).

Solo ha sido estudiado el efecto de una fruta asilada, el tomate. Se encontró una evidencia limitada entre el consumo de tomate y el cáncer de próstata y otros canceres (ovario, estómago y páncreas) (16). Del mismo modo, dietas con toma aumentada de alimentos ricos en flavonoides, tales como el tomate, pimientos verdes, frutas del bosque y frutas cítricas se han asociado con disminución modesta del riesgo de cáncer en poblaciones occidentales (17) . Finalmente un análisis del HPF de 51,529 hombres sugirió que la toma diaria de licopeno se asoció con menor incidencia de CAP y de cáncer letal (18).

2.2. Consumo de grasas y riego de cáncer.

También los ensayos realzados con las grasas (saturadas, insaturadas y trans) han dado resultados controvertidos, tanto positivos como negativos que, fundamentalmente, dependen del tipo de grasa y que conviene conocer.

2.2.1. Grasas insaturadas.

Están compuestas por ácidos grasos insaturados (con un doble enlace por lo menos en su cadena). Los ácidos grasos omega-3 son abundantes en la dieta de pescados azules). Aunque se han señalado ciertos beneficios cadiovasculares, no existe evidencia de su relación con la prevención de cáncer (19), aunque un estudio señalo riesgo aumentado de este en mujeres, pero no en hombres (20). Ha sido encontrada una relación entre la toma de grandes cantidades de ácido alfa linoleico y bajas de linolénico, con el incremento del cáncer de próstata, pero la relación no esta aún confirmada.

2.2.2. Grasas saturadas.

A diferencia de las anteriores, el consumo elevado de carne roja (21), rica en grasas saturadas y de carnes procesadas (21,22,23), rica en grasas saturadas y en ácidos grasos trans, se asocia a riesgo aumentado de cáncer de colon y recto, así como de cáncer de próstata avanzado. Incluso Bouvard y colaboradores (24) han revisado los mecanismos responsables posibles, aunque no encuentran ninguno definitivo.

2.3. El consumo de productos lácteos.

La leche normal contiene grasas saturadas, por tanto, disponemos de leche semidesnatada y desnatada que contiene porcentajes menores de grasa saturada que pueden ser más saludables. Varios estudios sugieren que la toma de lácteos, con bajas concentraciones de grasas protegen del cáncer de mama, sobre todo en las mujeres menopáusicas (25,26,27). Así, en 88.000 enfermeras seguidas en el “Nurses’ Health Study” (NHS) hubo una asociación inversa entre el riesgo de cáncer de mama y la toma de lácteos bajos en grasa, también la toma diaria de calcio y vitamina D disminuyo el riesgo en las mujeres premenopáusicas, pero no en las postmenopáusicas (25) (109). Esto fue confirmado por Knekt y colaboradores (26) y en un metaanálisis previo (27). Por el contrario, un análisis de 8 estudios prospectivos principalmente de mujeres postmenopáusica no encontró asociación entre la toma de lácteos y el riesgo de cáncer de mama (28) (113). Por consiguiente, continúa controvertida la utilidad de la leche baja en grasas y el riesgo de cáncer.

También ha sido estudiada la relación de la toma de productos lácteos con la incidencia de cáncer de ovario, pero la relación es también incierta según los resultados de varios estudios, los principales son: 1) un análisis de 12 estudios de cohorte (29), 2) un metanálisis de varios estudios epidemilógicos (30) y 3) el “Netherlands Cohort Study on Diet and Cancer”. Ninguno de los tres encuentra asociación (30, 31) entre el consumo de lácteos semidesnatados y la incidencia de cáncer.

2.4. Consumo de isoflavonas.  

En un metanálisis en Asia se encontró que el consumo de 20 mgr/día de isoflavonas asoció menor incidencia de CA de mama, comparadas con mujeres cuyo consumo fue menor de 5 mg/día (32). Sin embargo, este hallazgo no ha sido confirmado.

En una segunda parte revisaremos los micronutrientes y los productos no nutrientes y el riesgo de cáncer y concluiremos con unas recomendaciones generales

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